LA REVOLUCIÓN DE LA DEMOCRACIA
La Democracia, como categoría política del Estado Moderno, ha ido acostumbrando este apelativo a la retórica conceptual de las circunstancias para las que convenga hacerla valer. Democracia Capitalista, Democracia Socialista, Democracia de Derechas, Democracia de Izquierdas, Democracia Monárquica, Democracia Republicana, son algunos de los arreglos apellidados para los que usamos el eufónico bocablo.
Sinembargo, la sociedad humana sigue sometida a la explotación miserable de la debilidad organizacional de las masivas poblaciones marginales en todo el globo que habitamos. Nuestras fortalezas estratégicas personales, grupales, nacionales y regionales solemos hacerlas valer para imponernos a como dé lugar sobre los menos afortunados y más vulnerables genéticamente, socialmente y organizacioalmente considerados.
La Democracia como establecimiento moral de beneficios socialmente redituables en favor del crecimiento colectivo y nivelado de todos los núcleos sociaes, amerita de una revolución conceptual, radicada en un proceso universal de reconocimiento que la sociedad es un cuerpo único, cuyos valores generales radican en la suma sinérgica de todas las fuerzas de la inteligencia humana con miras a compartir con la naturaleza sus sus virtudes y secretos.
La Revolución de La Democracia debe aproximarse a un hecho ético-moral casi religioso, procurando la transformación a plazos que deben iniciar a correr desde ya, como un pensamiento, un concepto, una práctica histórica del presente y del futuro inmediato, como una manera de iniciar la corrección de la ruta de la sociedad humana como un todo o conjunto universal.
La Revolución de La Democracia habría de ser asumida como escencia de integración panregional y pannacional. Una serie de señales percibidas através de los acontecimientos políticos y el transcurrir de los tiempos durante el último siglo, nos inducen a pensar en que la sumatoria de las intenciones de integración crecen en el sentido de esos acercamientos.
Van y vienen las disparidades ideológicas y de intereses, regionales, mas, la tendencia de la línea de correlaciones se inclina sobre una pendiente positiva tal como lo prevén los deslizamientos dialécticos de la racionalidad del pensamiento humano. La evolución de las características naturales de nuestra bioosfera nos reúne cada día en torno a la necesidad de sumar propósitos que procuren extender el equilibrio que garantice la sobrevivecia humana y su continuo perfeccionamiento.
Revolucionar la democracia debe significar revolucionar la ingeniería del curso que sigue el ordenamiento social del planeta. El redimensionamiento de los valores sociales sobre los instintos primarios inclinados a la reproducción y la alimentación, bases de la preservación de la especie, implica con suma precisión la necesidad de hacer colectivos y sinérgicos los esfuerzos de todos los miembros del cuerpo social que constituímos como unidad holística.
La Revolución de la Democracia se vuelve en símisma un rearreglamiento del hecho democrático que ha de partir del convencimiento racional, terminado y maduro de su necesario arribo tras el interés expresado por los conglomerados sociales de mayores capacidades de incidencias en todos los medios de formación y conducción humanos como son los que conforman el conjunto de Gobiernos, Academias, Partidos Políticos, Congregaciones Religiosas, Pensadores etc...
La Revolución de la Democracia, pragmáticamente implica la revisión universal de todos los modelos modelos filosóficos, políticos y religiosos que conducen la organización de nuestras sociedades fundadas en los distintos modos del conjunto formado por la aritmética de la Democracia tal como la concebimos hoy, con sus saltos, valles y honduras.
La Revolución de la Democracia ha de partir de una suma de voluntades universales de todos los sectors citados, que debe partir de una conceptualización intelectual, una conveniencia y una necesidad demostrable, biológica, social y política como demanda antropológica, para que sea material, histórica y dialécticamente sustentables, ya que su asumsión implicaría un reordenamiento social dirigido de valores y tradiciones, iluminados inevitablemente por los avances radicales que en el conocimiento se vienen verificando universalmente.
Sinembargo, la sociedad humana sigue sometida a la explotación miserable de la debilidad organizacional de las masivas poblaciones marginales en todo el globo que habitamos. Nuestras fortalezas estratégicas personales, grupales, nacionales y regionales solemos hacerlas valer para imponernos a como dé lugar sobre los menos afortunados y más vulnerables genéticamente, socialmente y organizacioalmente considerados.
La Democracia como establecimiento moral de beneficios socialmente redituables en favor del crecimiento colectivo y nivelado de todos los núcleos sociaes, amerita de una revolución conceptual, radicada en un proceso universal de reconocimiento que la sociedad es un cuerpo único, cuyos valores generales radican en la suma sinérgica de todas las fuerzas de la inteligencia humana con miras a compartir con la naturaleza sus sus virtudes y secretos.
La Revolución de La Democracia debe aproximarse a un hecho ético-moral casi religioso, procurando la transformación a plazos que deben iniciar a correr desde ya, como un pensamiento, un concepto, una práctica histórica del presente y del futuro inmediato, como una manera de iniciar la corrección de la ruta de la sociedad humana como un todo o conjunto universal.
La Revolución de La Democracia habría de ser asumida como escencia de integración panregional y pannacional. Una serie de señales percibidas através de los acontecimientos políticos y el transcurrir de los tiempos durante el último siglo, nos inducen a pensar en que la sumatoria de las intenciones de integración crecen en el sentido de esos acercamientos.
Van y vienen las disparidades ideológicas y de intereses, regionales, mas, la tendencia de la línea de correlaciones se inclina sobre una pendiente positiva tal como lo prevén los deslizamientos dialécticos de la racionalidad del pensamiento humano. La evolución de las características naturales de nuestra bioosfera nos reúne cada día en torno a la necesidad de sumar propósitos que procuren extender el equilibrio que garantice la sobrevivecia humana y su continuo perfeccionamiento.
Revolucionar la democracia debe significar revolucionar la ingeniería del curso que sigue el ordenamiento social del planeta. El redimensionamiento de los valores sociales sobre los instintos primarios inclinados a la reproducción y la alimentación, bases de la preservación de la especie, implica con suma precisión la necesidad de hacer colectivos y sinérgicos los esfuerzos de todos los miembros del cuerpo social que constituímos como unidad holística.
La Revolución de la Democracia se vuelve en símisma un rearreglamiento del hecho democrático que ha de partir del convencimiento racional, terminado y maduro de su necesario arribo tras el interés expresado por los conglomerados sociales de mayores capacidades de incidencias en todos los medios de formación y conducción humanos como son los que conforman el conjunto de Gobiernos, Academias, Partidos Políticos, Congregaciones Religiosas, Pensadores etc...
La Revolución de la Democracia, pragmáticamente implica la revisión universal de todos los modelos modelos filosóficos, políticos y religiosos que conducen la organización de nuestras sociedades fundadas en los distintos modos del conjunto formado por la aritmética de la Democracia tal como la concebimos hoy, con sus saltos, valles y honduras.
La Revolución de la Democracia ha de partir de una suma de voluntades universales de todos los sectors citados, que debe partir de una conceptualización intelectual, una conveniencia y una necesidad demostrable, biológica, social y política como demanda antropológica, para que sea material, histórica y dialécticamente sustentables, ya que su asumsión implicaría un reordenamiento social dirigido de valores y tradiciones, iluminados inevitablemente por los avances radicales que en el conocimiento se vienen verificando universalmente.

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